Robert Frank. Diario de un encuentro

REV_ROBERT_FRANK A finales de julio de este año y durante tres días, tuve la oportunidad de entrevistar a Robert Frank en su estudio de la calle Bleecker en Nueva York. Ahora que han pasado algunas semanas desde aquel encuentro, puedo medir con alguna exactitud cuál fue el impulso que me llevó a intentar esa entrevista a pesar de las evasivas del fotógrafo para concretar ese encuentro.

La mediación desinteresada de Leila Makarius (curadora, junto a Jorge Cometti, de la muestra que se inaugura hoy en el Museo Fernandez Blanco) fue el disparador.

REV_ROBERT_FRANKPero en verdad la energía que me llevó a sentarme junto a él y empezar a conversar una tarde calurosa de verano, vino de un momento casi perdido en mi juventud: la primera vez que tuve en mis manos un ejemplar de The Americans . Yo no era un fotógrafo formado todavía, aunque ya hacía algún trabajo en periodismo aquí y allá como para ganarme la vida. Ese libro casi no tenía palabras. Solo un prólogo de Jack Kerouac que no pude leer por que no entendía inglés. 091 Ochenta y tres imágenes en blanco y negro, de a una por página dispuestas con extrema sencillez. Nunca había visto fotografías como esas. Eran muy desprolijas en su factura, pero la clara disposición temática comenzando cada capítulo con una bandera de los Estados Unidos formaba un conjunto compacto, elocuente: era el retrato despiadado, entre cínico y tierno al mismo tiempo de la sociedad norteamericana de fines de los años cincuenta.

16a Varias generaciones de fotógrafos han experimentado la misma sensación que yo tuve hace treinta años, y lo siguen haciendo aún hoy. Mientras tanto, Frank ya había dejado de lado la fotografía y comenzaba un largo camino de experimentación visual atravesado varias veces por la tragedia personal (perdió a sus dos hijos, Andrea en 1974 y Pablo en 1994) que lo convertirían en una leyenda viviente. Un artista que no se reconoce como tal y que elude todo encasillamiento, un outsider que hoy, concluye sabiamente que esa vocación marginal se ha transformado, sobre el final de su vida, en un sentimiento de soledad a pesar de ser aclamado en el mundo entero como uno de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX.

Mi temprano encuentro con la obra de Frank, se une en un arco a través del tiempo a este otro, con el hombre ya viejo que vi frente a mi, sentado en una butaca destartalada. La mirada triste y esquiva, su proverbial desaliño personal, la compañía de su querida esposa June Leaf, los recuerdos de toda su vida.

En 1948, luego de sus viajes por Europa y America del Sur, Frank hizo un pequeño libro titulado Black, White and Things. Hizo solo tres ejemplares en ese entonces. El único texto, a modo de epígrafe era la famosa frase de El Principito, de Saint Exupery: “Lo esencial es invisible a los ojos”

Estoy sentado frente a mi pantalla escribiendo estas palabras y recordando lo que nunca olvidaré, los tres emotivos encuentros con Robert Frank. Me doy cuenta que ese hombre ha transitado su vida buscando un imposible: hacer visible lo esencial.

Un antiguo dicho budista dice: “Cuando el alumno está listo, el maestro aparece”. El último gran maestro de la fotografía se hace presente en Buenos Aires y nos dejará ver su esencia en estas imágenes que son el relato de su vida.

Derechos Reservados: Daniel Merle/La Nacion/adnCultura*com

ROBERT FRANK words - Fotomuseum Winterthur / Fotostiftung Scheweiz -

Estuvo exponiendo su obra entre el 23 de agosto al 21 de octubre de 2007 en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco Suipacha 1422

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